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Conforme se avanza en los procesos de vacunación mundial, las empresas están comenzando a volver a las oficinas. Pero la realidad es que el mundo cambió, las personas cambiamos con la pandemia y pretender volver al “viejo orden” es un absurdo. Ya vemos como hay empleados a nivel mundial que simplemente se niegan a volver a trabajar presencialmente, sea porque les da temor el contagiarse, o no le ven valor y han aprendido a ser igual o mas productivos de forma remota, o no desean perder tiempo en traslados entre casa-oficia, o aun necesitan trabajar de casa con niños con escuela remota. Ahora bien, que hay otros clamando volver a tener un espacio laboral diferenciado del personal y conectado con los demás.

A nivel de las organizaciones también existen cambios, muchas se han dado cuenta que los resultados no dependen de donde están físicamente las personas, que el modelo anterior tienen muchísimas perdidas desde el tiempo de transporte, los costosos viajes de negocios, los metros cuadrados de oficinas, y que esta nueva realidad permite llegar a talento mas allá del limite geográfico. Sin embargo, la resistencia al teletrabajo está aun en muchos lideres: ha sido famoso el CEO Morgan Stanley quien afirmo que “Si pueden ir a un restaurante en Nueva York pueden ir a la oficina»-

Esta contraposición de posturas, esta invitando a que el mundo del trabajo sea cada vez más hibrido: una combinación entre trabajadores presenciales y remotos a la vez. ¿Cuál es el problema de esto? Cuando todos los trabajadores están presencial o en teletrabajo existe una especie de igualdad de condiciones. Las vivencias son similares, las intervenciones, la forma de comunicarse y de trabajar. Se crea una cultura común a partir de los hábitos y los rituales compartidos. Pero la mezcla hace que existan un campo desnivelado donde la experiencia del empleado puede ser muy distinta si esta presencial o remoto, puede sentirse excluido uno o el otro, e incluso en condiciones laborales discriminatorias. El reto para las organizaciones es entonces como capitalizar los aprendizajes del trabajo flexible y remoto obtenidos en la pandemia, y a la vez lograr la cultura solida de un sistema presencial.

Este es sin duda un desafío adaptativo que precisa de un aprendizaje organizacional mayor, donde no existen fórmulas o recetas probadas y es una invitación a la co-construcción de abajo hacia arriba, de experimentar y ensayar nuevas formas de trabajo conjunto entre todos. Posiblemente este proceso de ideación colectiva es quizás la mayor inversión en una cultura fuerte, común y con valores compartidos. Ahora bien, uno de los acuerdos que están comenzando a surgir es que el rol de la oficina física cambio. Pensar en gastar tiempo valioso en trafico para llegar a un cubículo a leer correos no parece tener más sentido. La oficina física cobra valor como un lugar de creación, de colaborar, de conectar y de celebrar (algunos están diciendo la oficina es el nuevo “off-site”). De ahí que debemos re-imaginar incluso los espacios físicos y cambiar los cubículos por salas de reunión, de ideación y de encuentro. A partir de ahí quizás se pueden llegar a acuerdos de días / horas de trabajo individual en teletrabajo, y otras donde lo colectivo invita al espacio físico compartido de la oficina.

En cualquier caso la invitación es a comenzar a abrir estas conversaciones dentro de la organización ahora, e ir desarrollando nuevos diseños, pilotos y experimentos con una mentalidad de “sprint ágiles” que permita ir avanzando hacia este nuevo mundo híbrido.

Escrito por Maria Camila Vargas, Socia Fundadora de Kite group

 

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