
El salto al vacío que cambió mi vida: 10 años de aprendizajes y sueños cumplidos
Columna de opinión por: Maria Camila Vargas Hubo una época en mi vida, veinte años para ser exacta, donde construí una carrera que parecía perfecta desde fuera. Pero un día, al mirarme al espejo, ya no reconocí a la mujer que me devolvía la mirada. El trabajo, que antes me apasionaba, se había convertido en una rutina vacía. Sentí como si estuviera atrapada en un laberinto, sin salida. Fue entonces cuando me dije: «Basta». Decidí romper con lo establecido y aventurarme a construir mi propio camino. Así nació Kite Group, un salto al vacío que, aunque me dio mucho miedo, cambió mi vida para siempre. El camino hacia Kite Group empezó con una pregunta que me hice a mí misma: ¿qué es lo que realmente me apasiona? ¿Qué me haría sentir plena dentro de diez años? La respuesta fue clara: quería ayudar a las organizaciones y a las personas a encontrar su potencial, a ser felices y a dejar una marca en el mundo. Así nació la idea de Kite Group, una empresa que busca elevar el vuelo de las personas y las organizaciones. Pero, ¿cómo lograrlo? La inspiración llegó de la forma más inesperada: un afiche con el manifiesto de Hofstede que decía ‘Haz lo que te gusta y hazlo con frecuencia, y comparte con quienes quieres’. Esas palabras resonaron en mí y se convirtieron en el motor de mi proyecto. Seamos honestos: emprender da miedo. Mucho miedo. Y más cuando tienes hijos pequeños y cuentas qué pagar. Me preguntaba si tendría la capacidad económica para sostener mi proyecto, si sería capaz de convertir mi sueño en realidad. ¿O me sumaría a la larga lista de emprendimientos fallidos? (97,5% según Sercotec). Esa era la cruda realidad, pero también era un desafío que estaba dispuesta a enfrentar. Así que, sin saber mucho de «pensamiento ágil», me lancé al vacío y me di un plazo: dos años. Si no funcionaba, volvería a mi vida corporativa. ¡Y aquí estoy, diez años después! Llena de vida, satisfecha, con un equipazo, clientes increíbles y un montón de historias, tanto de éxito como de fracaso (que, al final, son los mejores maestros). Y a mis 50 y tantos, ¡la aventura continúa! Cumplir 10 años como emprendedora me ha llevado a reflexionar sobre los aprendizajes más valiosos de este viaje. Y quiero compartirlos, especialmente con aquellos que, como yo, se animaron a emprender más tarde en la vida. El primero y más importante: da solo un paso. Como dijo Martin Luther King Jr., «Da tu primer paso con fe, no es necesario que veas la escalera completa, solo da el primer paso». El miedo siempre estará ahí, pero si no te atreves a salir de tu zona de confort, nunca sabrás de lo que eres capaz. Yo lo experimenté cuando decidí renunciar a mi trabajo, sin tener un plan claro. Y fue ese primer paso el que abrió un camino lleno de posibilidades. Mi segundo aprendizaje clave: deja el ego a un lado y mantén la mente abierta. Emprender como consultora a esta altura de mi vida me permitió usar mi experiencia, pero también me obligó a reconocer que no lo sabía todo. Tuve que aprender desde cero, como una «mujer-orquesta», y entender que el mundo del emprendimiento es muy diferente al mundo corporativo. Si no hubiera estado dispuesta a aprender y a sentirme incómoda, la arrogancia me habría jugado una mala pasada. Pregunté mucho, me sentí vulnerable (el síndrome del impostor fue un compañero constante) y me abrí a nuevas experiencias, incluso viajando fuera del país. Y eso fue fundamental para mi crecimiento. Mi tercer gran aprendizaje: piensa y actúa como un CEO desde el primer día. No importa si eres el único empleado, esta es tu empresa, tu vida. En mi caso, el futuro de mis hijos estaba en juego. Así que no me tomé esto como un pasatiempo, sino como un negocio serio. Creé un plan estratégico a tres años, presupuestos, sistemas de evaluación, página web, redes sociales y todo lo necesario para construir una empresa sólida. Y esa mentalidad de CEO fue fundamental para mi éxito. Mi cuarto gran aprendizaje: rodéate de personas que te impulsen. Emprender es un salto a lo desconocido, pero no tienes que hacerlo solo. Yo tuve la suerte de contar con una red de apoyo increíble: amigos, familiares, mentores… Todos me enseñaron algo valioso. Y gracias a ellos, pude crecer y avanzar mucho más rápido. La colaboración es clave, como cuando las aves vuelan en formación, juntas llegan más lejos. Y no tengas miedo de pedir ayuda, siempre hay personas dispuestas a echarte una mano. Mi quinto aprendizaje clave: construye un equipo de estrellas. Tuve la suerte de encontrar personas increíbles que se sumaron a mi proyecto y lo hicieron suyo. Muchos de ellos siguen conmigo después de años, trabajando juntos para alcanzar nuestras metas. Y es que, como dicen, «la unión hace la fuerza». Un equipo sólido y comprometido es fundamental para el éxito de cualquier empresa Mi sexto aprendizaje clave: el fracaso es una oportunidad para crecer. Creía que, como consultora, tenía la verdad absoluta. ¡Error! Uno de mis mayores desastres fue un taller de feedback que di a jóvenes líderes. Me sentí como el monstruo del Festival de Viña del Mar, ¡casi me abuchean! Fue humillante, pero me transformó. Aprendí que necesitaba un equipo diverso, que debía innovar en mis talleres y que la humildad es esencial. Ese fracaso me hizo mejor consultora. El séptimo aprendizaje, y uno de los más importantes: nunca dejes de aprender. Como me dijo un mentor, «cuando te aprendes las respuestas, te cambian las preguntas». ¡Y vaya qué tenía razón! Cada vez que pienso que lo tengo todo dominado, aparecen nuevos desafíos y oportunidades. La pandemia, la inteligencia artificial, los cambios generacionales… Siempre hay una nueva ola que surfear. Y solo puedes hacerlo si estás dispuesto a aprender y adaptarte. El octavo aprendizaje: sé honesto contigo mismo y prioriza. Al inicio, por la urgencia de generar ingresos, decía