Por: Maria Camila Vargas & Alem Melinao González
¿Alguna vez te has preguntado por qué nos sentimos tan bien en primavera, tan activos en verano o un poco más introspectivos en invierno? La naturaleza tiene una forma muy sabia de recordarnos que todo funciona en ciclos. Las estaciones, por ejemplo, no están peleadas entre sí: se complementan. Cada una tiene su función y su ritmo.
Ahora, ¿y si te dijera que nosotros también funcionamos así? Y que lo mismo pasa en las organizaciones. Al igual que la primavera, el verano, el otoño y el invierno, nuestras vidas y empresas también atraviesan ciclos. Si logramos entenderlos y aprovecharlos, podríamos crecer, adaptarnos y transformarnos con más sabiduría.
La naturaleza: maestra de los ciclos
Piensa en la primavera: es tiempo de renacer, de sembrar, de ver las flores abrirse y los árboles reverdecer. Es un momento de energía pura. Luego llega el verano, donde todo está en su plenitud: es la época de la acción, de cosechar los frutos de lo sembrado. Pero, como todo en la vida, nada dura para siempre. El otoño trae la reflexión y el cierre: las hojas caen, la naturaleza se prepara para soltar. Finalmente, el invierno nos invita a descansar, a hacer una pausa para recuperar fuerzas.
Para las personas, observar los ciclos naturales nos recuerda la importancia de aceptar las transiciones. Hay momentos para sembrar ideas y proyectos, otros para cosechar los frutos de nuestro trabajo, y también instancias necesarias para descansar y prepararnos para nuevos desafíos. Negarnos a respetar estos ritmos naturales puede llevarnos al agotamiento o a la desconexión con nuestro entorno y propósito.
¿Te das cuenta de la sabiduría en este proceso? Todo tiene su tiempo. La naturaleza no se apura, pero tampoco se detiene.
Ahora, ¿Qué pasa cuando intentamos saltarnos una etapa? Imagina un árbol que quiere florecer todo el año sin descanso: tarde o temprano, se agotaría y dejaría de crecer. Lo mismo nos sucede a nosotros y a las organizaciones cuando ignoramos nuestros ciclos.

Personas: nuestra vida también es cíclica
¿Recuerdas esa época en la que sentías que todo iba bien? Que estabas lleno de ideas, energía y ganas de hacer cosas. Esa era tu primavera personal. Luego vinieron momentos de acción, proyectos concretos, logros: tu verano. Pero quizás también pasaste por un otoño, donde algo no salió como esperabas o tuviste que soltar una idea, un trabajo, o incluso una relación. Y por último, llegó un invierno: un tiempo de pausa, de introspección, que tal vez no fue fácil, pero te ayudó a renovarte.
¿Te ha pasado? Seguro que sí. Lo interesante es cómo cada etapa, por desafiante que sea, tiene un propósito. Incluso los momentos de invierno nos permiten reflexionar, sanar y prepararnos para un nuevo comienzo.
Por ejemplo, piénsalo así: cuando terminamos un proyecto importante (una primavera-verano), nuestro cuerpo y mente necesitan un otoño-invierno para descansar. Si lo ignoramos y seguimos forzándonos a dar el 100%, tarde o temprano, nos topamos con el burnout. Así que la próxima vez que sientas que necesitas una pausa, recuerda: incluso la naturaleza se toma su tiempo.

Organizaciones: el cambio es parte del proceso
Las empresas no son ajenas a los ciclos. Al igual que los árboles o las personas, también atraviesan etapas de crecimiento, acción, cierre y renovación.
Por ejemplo:
- Primavera: Cuando la organización lanza un nuevo producto o servicio. Hay entusiasmo, ideas frescas y mucha energía creativa.
- Verano: El producto tiene éxito. La empresa está en su mejor momento: crece, consolida y obtiene resultados tangibles.
- Otoño: Quizás las ventas comienzan a bajar o el mercado cambia. Es momento de reflexionar y ajustar la estrategia.
- Invierno: La organización redefine su rumbo, deja ir lo que ya no funciona y se prepara para un nuevo ciclo.
¿Ves cómo todo se conecta? El error de muchas organizaciones es querer estar siempre en verano: en crecimiento, en acción, en resultados. Pero sin un otoño para ajustar y un invierno para renovar, el verano no podría volver.
Por ejemplo, pensemos en una crisis económica. Al principio, puede parecer un invierno eterno para una empresa, pero si lo vemos desde otra perspectiva, también puede ser una oportunidad: un momento para repensar cómo entregar valor, implementar modelos más ágiles o fortalecer la cultura organizacional.

Aprender a fluir con los ciclos
Tanto en la naturaleza, como en nuestra vida y en las organizaciones, los ciclos no son simples repeticiones. Son oportunidades para reflexionar, renovarnos y avanzar con más sabiduría.
Entonces, ¿Cómo podemos aprovechar mejor los ciclos?
- Acepta el cambio: En lugar de resistir las transiciones, ábrete a lo que traen. Recuerda que todo tiene un tiempo y un propósito.
- Observa las señales: Así como la naturaleza nos dice cuándo es momento de sembrar o cosechar, tu cuerpo, tu mente y tu organización también te envían mensajes. Escúchalos.
- Reflexiona y ajusta: Cada cierre te deja aprendizajes. Aprovecha el invierno para renovarte y prepararte para la próxima primavera.
La próxima vez que te encuentres en un momento de cambio o pausa, pregúntate: ¿En qué etapa del ciclo estoy? Y lo más importante, ¿Cómo puedo aprovecharla?
Recuerda: así como las estaciones cambian y el invierno siempre da paso a la primavera, tus ciclos también te llevan hacia adelante. Solo tienes que fluir con ellos.
¿Estás listo para abrazar tus ciclos y crecer con ellos?