¿Puede la cultura florecer sin líderes humanos?

¿Puede la cultura florecer sin líderes humanos?

Por: Gabriela Etcheverry Giadrosich

No fue en una sala de directorio donde lo entendí. Fue viendo a una líder detener una reunión para preguntar: “¿Estás bien?”

Después de años trabajando con líderes y equipos, confirmé algo que cambió mi forma de ver el trabajo: la cultura no es un eslogan bonito ni una frase pegada en la pared. La cultura se juega en lo cotidiano. Está en cómo un líder escucha cuando hay tensión. En cómo reacciona frente a un error. En si reconoce (o ignora) un logro.

Porque son esos gestos, aparentemente pequeños, los que realmente construyen —o desgastan— la cultura de una organización. No se necesita una estrategia compleja para hacerla florecer. Se necesita presencia, coherencia y humanidad.

No es solo intuición: los datos lo confirman. Según el Global Culture Report de O.C. Tanner (2024), los líderes influyen directamente en el 70% de la experiencia cultural de sus equipos.Y en Chile, un estudio reciente de Buk (2025) reveló que las organizaciones con líderes coherentes y empáticos logran un 38% más de compromiso y un 47% menos de rotación.

¿La conclusión? La cultura organizacional no es algo fijo, ni está escrito en piedra. Se transforma —todos los días— a través de las decisiones, gestos y conversaciones que tienen quienes lideran.

Como bien advierte Edgar Schein:

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Edgar Schein 1928-2023

“La única cosa de la que realmente puedes estar seguro es que la cultura va a evolucionar, le pongas atención o no.”

Por eso, liderar no es solo influir. Es moldear, encarnar y dar dirección a la cultura que queremos construir.

De la teoría a la acción: cuando los valores se viven

He visto en muchas organizaciones cómo los valores aparecen en afiches bien diseñados: respeto, colaboración, excelencia. Pero la verdadera prueba está en lo cotidiano.

El respeto se ve cuando un líder escucha de verdad. La colaboración, cuando se reconoce lo que cada persona aporta. Y la excelencia, cuando un error no se castiga, sino que se convierte en aprendizaje.

Detrás de esos gestos hay algo clave: la capacidad del líder para activar sus propias fortalezas y las de su equipo. Como dice Kim Cameron, referente del liderazgo positivo:

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Kim Cameron

“No se trata de ignorar los problemas, sino de enfocarse en lo que hace posible un rendimiento extraordinario”.

Cuando eso ocurre, los valores dejan de ser palabras… y se vuelven acción.

La coherencia no se dice. Se nota.

Ser un líder positivo es, ante todo, ser coherente con lo que se cree y se vive. Esa coherencia genera confianza, y la confianza, credibilidad.

En un entorno laboral donde reina la incertidumbre —y donde el 85% de los trabajadores en Chile ha vivido burnout alguna vez (Trabajando.com, 2024)— contar con líderes auténticos y emocionalmente inteligentes marca una diferencia real. Son un punto de ancla. Un factor protector.

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Como dice Simon Sinek:

“Los líderes primero deben cuidar a su gente; es su gente la que luego cuidará la misión de la organización.”

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Simon Sinek

¿Qué tanto cuidas tú, como líder, la coherencia entre lo que dices y lo que haces? Porque en tiempos de incertidumbre, esa coherencia puede ser el mayor acto de cuidado hacia un equipo.

Microacciones que transforman culturas

Lo que más impacto tiene no siempre son las grandes iniciativas, sino las pequeñas decisiones diarias.

Por ejemplo, comenzar una reunión preguntando “¿qué aprendimos esta semana?” abre un espacio para la reflexión positiva. Reconocer públicamente un esfuerzo, incluso cuando el resultado no fue perfecto, fortalece la confianza y fomenta el aprendizaje. Y pedir feedback sobre el propio liderazgo demuestra humildad y genera apertura.

Estas prácticas sencillas activan un ciclo virtuoso: las personas se sienten vistas, valoradas y motivadas a dar lo mejor de sí mismas. En las organizaciones, eso se traduce en mayor compromiso, innovación y mejores resultados.

La cultura vive en cada uno de nosotros

Cada líder es, quiera o no, un promotor de la cultura. Cada gesto, palabra y decisión ayuda a fortalecerla o debilitarla. El liderazgo positivo no es un ideal lejano o imposible, es la suma de pequeñas acciones, coherencia y presencia constante. Ahí está el verdadero poder transformador de quienes lideran.

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La cultura como ventaja competitiva

Incluso los equipos con los planes más ambiciosos pueden quedarse a mitad de camino cuando falta confianza, colaboración o un propósito que los una. Por el contrario, he visto cómo las pequeñas acciones repetidas día tras día pueden transformar organizaciones: cuando los valores se viven, las relaciones se cuidan y el liderazgo positivo se refleja en cada decisión.

Como dijo Peter Drucker:

“Culture eats strategy for breakfast.”

Entonces, ¿qué estás haciendo hoy para que tu cultura sea una verdadera ventaja competitiva?

En Kite Group acompañamos a líderes y equipos a activar esa cultura desde lo cotidiano, conectando valores con acciones concretas que impulsan resultados reales y duraderos. Porque la transformación empieza por pequeños pasos, pero con visión grande.

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